12/11/2008

Agridulce

Ya no podía soportarlo más, sus gritos me traspasaban el cerebro y decidí cortar por lo sano antes de que fuera tarde, me puse los cascos, salí de allí y me deje llevar. ¿Sabes? No hay nada como dejarse llevar cuando uno está indeciso. Sientes que puedes llegar a equivocarte, sin embargo continúas la hazaña y resulta que la opción elegida es la adecuada en la mayoría de los casos. Y no soy precisamente la persona indicada para hablar de esto porque, si tenemos tiempo y ganas para contarlas, toda mi vida estaría llena de equivocaciones, sobre todo en aquellos momentos en los que me callé la boca, di la razón y lo dejé pasar. Pero en este caso no volví a caer. Por eso llegué a la tienda de gominolas del Señor Garbenter y me pedí un cazo entero de pepinillos, por lo menos, todo lo que me ocurrió a partir de ese momento fue un poquito menos agrio que lo que saboreaba dentro de aquella bolsita transparente.





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